Personajes: Jorge, Sylvia, Eduardo, Martha, Juez, Secretaria, Policía, Niña.
En términos generales, el escenario debe recordar el cuadro de Henri Matisse titulado estudio Rojo. En él, se destaca el retrato de Sylvia –que no debe ser realista y ni siquiera tiene que parecer un retrato– y una ventana, pintada sobre tela. Los colores de los trajes y las formas y colores de los muebles deben integrarse al conjunto, como ocurre en el cuadro de Matisse. No hay puertas. Los personajes entran y salen por los laterales simplemente. El movimiento escénico previsto por el director es el que debe determinar por qué lado. Los efectos realistas como el humo, el abrir y cerrar ventanas, etcétera, deben ser creados por la iluminación y el movimiento escénico. Así, el escenario debe dar la sensación de que es precisamente eso: un escenario, en el que la elección de objetos no obedece a la realidad caótica y casual, sino a una realidad teatral.
Al levantarse el telón se escucha un concierto de Vivaldi. Jorge está sentado en un sillón, fumando. La habitación está llena de humo. Termina la música. Jorge se levanta y pone otro disco, también de Vivaldi. Prende un nuevo cigarro y se acuesta en el sofá. Pausa larga. Todos estos movimientos se realizan muy lentamente. su propósito es crear un ambiente irreal, en el que la sorpresa del escenario, la música y los movimientos del actor deben colaborar paralelamente. Entra Sylvia, cargada con una cantidad increíble de paquetes de todos tamaños y formas. Ahora la escena se desarrolla muy rápidamente, como un juego de prestidigitación en el que el elemento fundamental es el ritmo.
Sylvia –¡Hermano!
Jorge (sentándose) –¡Hermana!
Los paquetes empiezan a caerse al suelo.
SYlvia –¿No crees que deberías ayudarme?
Jorge se levanta y recoge los paquetes poniéndolos en los brazos otra vez; pero mientras Sylvia dice los siguientes parlamentos, indiferente por completo a ellos, los paquetes se caen una y otra vez, y Jorge tiene que repetir el juego de levantárselos y ponérselos en los brazos innumerables veces.
Sylvia (tendiéndole la mejilla) –Antes que nada bésame.
Jorge la besa. Los paquetes siguen cayéndose y él recogiéndolos.
Sylvia –Vivaldi me recibió en la escalera y…
Jorge (dejando un paquete en sus brazos) –Supiste que era yo.
Sylvia –Eso es. ¿Cómo lo adivinaste?
Jorge (agachado, recogiendo un paquete) –Hace dos horas que estoy aquí, esperándote.
Sylvia (mientras Jorge sigue el mismo juego) –¡Pobrecito mío! El centro estaba verdaderamente imposible. Entrar en él es como sumergirse en un mar embravecido. En la confusión te encuentras con los peces más terribles, con algas misteriosas que nunca has pensado que existieran, con cavernas llenas de luz y cavernas llenas de sombra, tienes que vencer los peligros más inesperados y sobre todo luchar con la sensación de que nunca podrás encontrar el camino de regreso al aire libre, a la luz. Pero qué tontería; contigo no necesito explicar nada. Tú eres Jorge.
Jorge (agotado) –Sí.
Toma los paquetes y los deja detrás del sofá. Sylvia, en tanto, mira en su derredor.