La novela El gato retoma el cuento del mismo nombre. Junto con De Anima, son las únicas novelas en las que García Ponce incluye un prólogo escrito por él mismo. En él afirma: “La escritura surge del cuerpo y el cuerpo de la escritura. Uno y otra rompen sus límites: el cuerpo, los de sí mismo como espacio cerrado; la escritura, los de las normas que debe cercar para constituirse como tal dentro de una sociedad que se rige por esas normas. De su unión nace otro signo, un signo único, que no se encuentra en ninguna parten más que en el espacio mismo de la unión pero cuya realidad dirige el camino de la representación, le da una meta que nace de ella y se coloca fuera de ella y al hacerlo asegura la continuidad de su avance”.
Los protagonistas son ahora Alma y Andrés. Antes de la aparición del gato, el tercero está representado por la mirada de un niño que la ve semidesnuda en la playa a la que fueron a pasar unos días. De regreso al departamento de él, aparece en los pasillos del edificio. El narrador lo describe “desvalido, como un gato niño”. Lo introduce al departamento y poco a poco Alma se acostumbra a su presencia y comienza a extrañar su mirada. Va con Andrés a una fiesta donde él la besa y la acaricia frente a todos. Toman un taxi de regreso al departamento y él la desnuda frente a la mirada del chofer. Llegan al edificio y García Ponce nos describe a Alma “esperando a Andrés, débil y desvalida, como si le costara un esfuerzo mantenerse en pie”.
Su soledad y desamparo aumentan conforme pasan los días, así como su necesidad de exhibirse. Le pregunta a Andrés si le gustaría que hiciera cosas malas, a lo que él le contesta que lo importante sería que si las hiciera se lo contara. Mientras, el gato emite maullidos lastimeros desde el pasillo. Andrés lo recoge y lo mete al departamento. Es de mañana y sale a comprar el periódico. Al regresar, encuentra a Alma dormida, bajo la mirada del gato. A Andrés le gusta ver la mirada de sus ojos amarillos sobre el cuerpo desnudo de ella.
Poco a poco la presencia del gato se vuelve indispensable para los amantes. El narrador afirma: “Ni Alma ni Andrés se miran y, sin embargo, están unidos por la súbita tensión de un deseo común del que el gato es el vértice, aunque ese deseo no lo toca sino que a través de él llega hasta Alma y Andrés, de tal modo que su inocente figura es un vínculo, un lazo de unión entre ellos que se muestra, precisamente, en la imposibilidad de mirarse”.
Días después, Andrés es presa de una profunda fiebre. Tiene diversos sueños, en uno ve como unos cargadores se llevan a Alma, que está sentada en un sillón, y cómo suben el sillón con ella encima a su camión de mudanzas. En otro, el gato aparece en medio de una naturaleza exhuberante, “como un dios pagano” y luego unos muchachos se acercan a Alma y la desnudan. Ella se deja hacer bajo la mirada de Andrés.
Pasa un tiempo. Andrés parece recuperarse. Salen a caminar y entran a una librería. Allí, detrás de un corredor, Andrés ve como un viejo conocido de ambos se acerca a Alma y cree ver que ella se desabrocha la gabardina y se deja tocar por él. Presa de los celos, Andrés se acerca, saluda y ve que la gabardina de Alma tiene todos los botones abrochados. Al parecer todo fue una alucinación. Los tres van a tomar un café y luego Andrés acompaña a Alma hasta su departamento, pero a petición de ella no sube. Regresa a su casa, y al abrir la puerta se encuentra con el gato. Como si hubiera estado esperando a Alma, al no verla maúlla malhumorado. Andrés lo deja salir.
Al día siguiente lo visita. Pregunta por el gato, ansiosa. Andrés responde que no sabe dónde está, la desnuda y descubre un rasguño en su espalda, un rasguño que le hizo el gato a Alma. Ella le pide que toque esa señal, que ponga sus dedos en ella. Ambos se excitan y hacen el amor.
Otro día Alma sale y se deja acariciar por un desconocido que la lleva en su coche, pero no acepta ir a un hotel con él. Llega y le cuenta a Andrés, le dice que quiso engañarlo pero que no pudo y que mientras él la tocaba ella estaba pensando en Andrés. Después le pregunta por el gato y le dice: “Yo creo que él era nosotros, enfrente. Por eso lo necesito. Él debe vernos seguir, hasta el fin”.
Andrés sale del departamento y encuentra al gato. Mientras, Alma espera desnuda. El narrador concluye: “Sus redondos ojos amarillos parecen encontrar y fijar la mirada de Alma. Ella se deja caer hacia atrás en la cama y cierra los ojos. Andrés le pone el gato exactamente sobre los pechos”.