Arena se une al homenaje que el Instituto de Cultura de la Ciudad de México rinde este mes a Juan García Ponce, uno de los escritores más importantes de la literatura mexicana moderna.
Una de las obras más destacadas de nuestras letras es la escrita por Juan García Ponce (1932), digno representante de la célebre generación de “Medio siglo”. Su escritura es fundamental en la literatura mexicana, por lo que su lectura es permanente, más allá de cualquier homenaje institucional.
A iniciativa de Adolfo Castañón, y bajo el cuidado de edición de Gabriel Bernal Granados, editorial Aldus publica este año Tres voces. Ensayos sobre Thomas Mann, Heimito von Doderer y Robert Musil. El libro incluye la ensayística que García Ponce ha publicado sobre estos tres autores alemanes que han sido fundamentales en su obra y pensamiento. Además, el Fondo de Cultura Económica prepara una reedición de esa obra monumental de García Ponce, Crónica de la intervención, que es su homenaje total a Musil.
García Ponce es un autor de la transgresión. A partir de un vacío, sus personajes transgreden, se mueven, buscan un centro, un absoluto, dicen los críticos. Todo transcurre en el reino de lo sutil, de lo imperceptible: a tal grado el autor reflexiona sobre los hechos, que cualquier transgresión resulta una consecuencia lógica de sus supuestos. Sin embargo, en cada novela o cuento, García Ponce cuestiona las suposiciones de anteriores personajes y hasta la de los autores que lo han marcado. De este modo, cada pregunta, cada reflexión en torno a su obra, se convierte en un pequeño puente (o ninguno) para aproximarse a su obra total, que permanece abierta, y ojalá infinita, diría el autor. Así, en su casa de Coyoacán, junto con sus presencias amadas, sus libros, el arte, y personas cercanas como María Luisa Herrera, quien ha trabajado diez años con el autor y es la responsable de interpretar las palabras de García Ponce y transcribirlas, corregirlas, su obra queda, como el amor en sus novelas, intocada. Esta es la conversación que en exclusiva, Juan García Ponce concedió a Arena:

Se le considera el introductor de Musil en lengua española. Usted comenta que, en Alemania, El hombre sin cualidades es la obra más importante del siglo XX. ¿Qué tanto este autor continúa signando su pensamiento? ¿Cuál es su visión actual después de haber leído y asimilado esta obra en su propia obra?
GP: Mi acercamiento a Musil fue una casualidad. Siempre leo por placer, nunca por deber. Nunca he hecho esa obscenidad con los libros. A Musil llegué porque desde que empecé a hojear dije “éste es el mío”. Y en efecto lo fue. Después lo leí, no entero porque no estaba publicado por completo, pero ahora sí puedo decir que lo conozco todo…

Señala uno de sus libreros el segundo nivel, completo de libros de Musil en sus ediciones originales…
GP: A partir de los libros verdes de enmedio, todo es Musil. El es un autor que dice que trata de darnos lo que de veras es, y es cierto. Su novela tenía una construcción perfecta y él la destruyó por fidelidad a la historia que se desarrolla entre Ulrich y Agathe. En unas declaraciones de 1928, dice que el absoluto no puede conservarse, que el amor de Agathe y Ulrich termina, pero decidió que iba a conservar el absoluto y por eso su novela es una novela sin fin, por eso, es verdad sin fin: Cuando Ulrich y Agathe empiezan, hay un momento preciso en el que se preparan para una fiesta, ella se pone un vestido con la espalda desnuda, y Ulrich se le acerca y muerde ligeramente su espalda. Entonces el novelista dice: ‘Sintieron que una verdad más alta los había tocado y los gestos de la carne se habían hecho imposibles’. Musil publicó el primer tomo de su novela, que eran dos tomos, en 1930, justo a los 50 años de edad. Publicó en 1932 la mitad del segundo tomo y a partir de ahí no publicó más. Desde 1936 emigró de Austria, se va a Suiza y en 42, a los 61 años, murió. Murió sobre su libro. Canetti dice que así debe morir todo autor que se respete, sobre su libro. Musil señala, con esta novela inconclusa, su obediencia a la exigencia que él mismo se había impuesto. Yo creo que, aunque hubiese vivido eternamente, no la hubiese acabado. Sabemos cuáles son las últimas palabras que escribió: ‘Ahora se sabe todo’. Eran, alternativamente, nihilistas y realistas.

Por ejemplo, esta suposición de que los personajes buscan un absoluto a través del amor y que lo encuentran más allá de ellos, es fundamental en sus novelas y acaba de explicar que es parte del pensamiento de Musil. Retrospectivamente, ¿cuál es el hallazgo, la suposición sobre este tema dentro de su vasta obra?
GP: No hay una sola obra, ni siquiera la de Musil, que alimente exclusivamente la experiencia de un escritor…

En ese momento, llega Mercedes, Meche, a saludar al autor. Arreglan rápidamente algún asunto personal. Juan García Ponce, siempre dispuesto a abrir su universo cotidiano a quien lo visite, universo entrevisto por sus lectores en sus obras, la presenta con una alegría profundísima pero sutil: “Ella es Mercedes”. Y así, en otro momento que se le ha entrevistado, a sus nietos, el jardín, el famoso retrato que le hiciera Alberto Castro Leñero, sus libros, su estudio, contiguo a la sala donde transcurre este encuentro, donde están las presencias de sus autores tutelares, la máquina Olivetti del escritor, la foto de la máscara mortuoria de Musil, una foto con María Luisa…

El autor continúa.
GP: Primero que nada, yo tal vez, también, busco a mi Agathe, pero no la he encontrado. Ahora, no creo en absolutos, lo cual no me quita la fascinación por ellos. María Luisa no deja de asombrarse que digo siempre que soy ateo, y tengo un absoluto sentido religioso. Por algo los místicos han sido siempre sospechosos para la Iglesia. Yo no quiero ninguna Iglesia, ni siquiera la de Musil. Me gusta y admiro mucho el empeño de éste, pero, por ejemplo, Heimito von Doderer viene después y su novela, precisamente, renuncia a todo absoluto.

¿Tres voces reúne su mapa geográfico personal de la literatura alemana?
GP: Hay otros muchos autores. Pero no cabe duda que comparto la opinión de los editores alemanes que consideraron a El hombre sin cualidades el libro más importante publicado en el siglo XX en alemán, y cuando digo en alemán, ahí si digo la literatura en general.

Un aspecto fundamental es cierto vacío que se hace evidente en sus personajes, estén solos o en unión. De pronto se desconocen ellos y al mundo, por ello transgreden, “dejan de ser para ser”, como usted dice. ¿Por qué este movimiento se da a través del amor y el erotismo?
GP: Será que esos temas me interesan fundamentalmente, pero enseguida descubro que lo que me interesa es el arte y que uso el amor y el erotismo para hacer arte. Yo no puedo juzgar mis obras, pero sí me alegro que de existan. Sigo como necio escribiendo y escribiendo. Con suerte se me hace lo de morir sobre un libro.

Al final de estas travesías se reafirma el amor o el vacío, depende del personaje. ¿Qué sentido tuvo entonces, el movimiento?
GP: Me pregunto si la plenitud no es un vacío o si el vacío no es una plenitud. Eso tal vez no tiene respuesta, pero uno busca expresar los dos momentos. Eso está en todos los místicos de todos los tiempos. Mi experiencia es occidental, pero no quita que sepa que hay otras experiencias.

En su literatura, el erotismo y su carácter transgresor, ha sido nombrado, revelado y hecho una realidad lógica, natural, no transgresora si se quiere. ¿Esta ha sido su intención? Al mismo tiempo, cada novela busca nuevas posibilidades y generalmente tiene un final abierto. ¿Considera que ha aprehendido, cifrado, este tema?
GP: No está cerrada esta exploración, para nada. El amor y el erotismo son siempre nuevos. Cada quien los experimenta según su feria. La obra no busca la determinación, busca la continuidad. Por eso en un relato de Musil tan importante como (lo dice en alemán) “La realización del amor”, la palabra “vollendung” significa una realización o una culminación. Toda realización o toda culminación implica el fin de algo, sin embargo, en el relato Musil nos dice, cuando Claudine pasa por su experiencia erótica con un desconocido, mientras se somete por completo a él, lo que es la “vollendung” del amor, “como los niños dicen de Dios, él es grande”. Ella experimentó la imagen de su amor. Habría que leer todo el relato. Para eso remito a mi ensayo Una visión del alma, que está en muchos lados de mi vasta obra.

…su amor se extendía en el espacio del cuarto, llenándolo todo, circundándolos sin tocarlos, como si no fuera algo concreto y tangible que naciera de ellos sino una presencia inasible, independiente, exterior a todo y sin ninguna materia, pero viva e inquietante, triste y alegre: un hecho solitario que busca su dueño, movible como una melodía sin fin.
De Unión.

Antes de que Claudine inicie el viaje, en una conversación muy intensa con su marido, le fue infiel a ese marido y sin embargo, ¿ésta puede ser una culminación del amor? Lo que quiere decir Musil es ¿termina el amor o se hace más intenso en esa culminación o realización? Yo sólo sé que la belleza de los relatos, en especial de los contenidos en Uniones, es única. Musil mismo anota, en su diario, que esos relatos parecen escritos por un cerebro sobrealimentado. En ese caso hay que tener siempre un cerebro sobrealimentado, pero lo importante es que Musil tardó ocho años en publicar Uniones. Y ‘La casa encantada’, que es el relato anterior, nunca reunido entre sus relatos, cuenta con menos detalle, lo mismo que otro relato de Uniones, “La tentación de Verónica la tranquila”. Yo tengo una novela, Unión, que cuenta esto. ¿Estoy plagiando a Musil? Cualquier imbécil diría que sí, allá él con su imbecilidad. Yo copio voluntariamente a Musil como forma de homenaje, y si se dan cuenta, también en mi modesta Unión, hay muchas transgresiones por parte de Nicole, sin que el amor se destruya nunca. El relato termina simplemente diciendo ‘Nicole siguió caminando’. ¿Hacia dónde? Eso lo dejo al gusto del obsceno lector.

¿Hacia José, su esposo?
GP: Eso lo ve algún lector, qué bueno. Esto sucede en mi novela corta El libro. Yo hago que los amantes se separen al final y sólo quede el vacío dejado en la biblioteca del protagonista por el libro que le prestó a Marcela. Ese libro es precisamente Uniones, el de Musil. Es decir que, mi libro, es el libro de Musil.

Por ejemplo, en esa novela hay una suposición de Musil que es muy importante en su obra: “Ser uno y otro al mismo tiempo, y hallar, en medio de este movimiento un centro único que existe inconmovible”. Sin embargo, no es algo definitivo para usted porque ha dicho que el centro es descubrir que no hay centro…
GP: Si el centro es movible ya no es un centro. Cambia todo el tiempo. No hay posibilidad de centro verdadero como lo hay en un blanco al que se apunta una flecha.

Un aspecto fundamental es que, para usted, como ha estado diciendo, no necesariamente lo expresado en su literatura es algo definitivo, además de que sigue cuestionando todo supuesto…
GP: El que no crea en un absoluto no implica que haya dejado de buscarlo. Por eso tal vez mi obra no va a tener fin, ojalá, así no dejaré de dar lata a los críticos.

Precisamente los críticos crean supuestos en torno a su obra, y usted les voltea la partida. Su obra tiene infinidad de posibilidades…
GP: Pero el hombre desgraciadamente es finito. Ya lo dice Borges en su Nueva meditación del tiempo. “Yo desgraciadamente soy Borges”, después de decir que el pretender refutar el tiempo son desesperaciones aparentes y consuelos secretos.

La belleza de su obra radica en lo sutil. Todos los actos se dan silenciosamente, incluso, sus finales son anticlimáticos, podría decirse. ¿Cómo es esta estética de lo imperceptible, esta corriente secreta que guía las grandes acciones en su obra?
GP: Tengo la fortuna de estar avalado, en eso, en un ensayo que escribió sobre los tres relatos reunidos en Encuentros, Octavio Paz, donde dice que “El gato” es un cuento misterioso y afirma que ese es su mérito. Dice otras muchas cosas, pero Octavio no necesita propaganda. Lo que pasa es que estoy muy orgulloso de ese ensayo después de todo, es un ensayo en que se nota la adhesión de Octavio a mi obra. En cuanto a lo del silencio. Estoy de acuerdo con Luis Cernuda cuando dice: “Qué ruido tan triste hacen los cuerpos cuando se aman”, y sin embargo, Cernuda sólo cree en ese amor, a pesar de la tristeza y de lo que pueda traer consigo. Hay que creer en eso, al menos en la literatura que uno lee. Puede tratarse de un amor posible o de un amor imposible, de todas maneras es amor.

¿Qué tan fundamental para usted es el uso de símbolos como detonantes, como contenedores o como claves para el desarrollo de la acción? El gato, una fotografía, una figura de paja, etc.…
GP: En mi literatura aparece un cambio en el instante en que entre la pareja siempre hay un tercero. No en el sentido de otro amante, sino de un gato, de un bosque, en El nombre olvidado, de unos perros en La vida perdurable, la cabaña en La cabaña, y así sucesivamente, hasta llegar a la obscenidad de escribir una novela en dos tomos que publiqué justamente a los 50 años como un homenaje a Musil. Tengo el orgullo de pensar, de saber que en el Fondo de Cultura Económica van a reeditar esa novela.

Justamente Crónica de la intervención contiene todos sus supuestos, todas sus obsesiones, por ejemplo, esa presencia del tercero que usted dice, y…
GP: …Y mis parodias. Soy muy consciente de que cada capítulo parodia a otro escritor, pero invirtiendo sus valores. Por ejemplo, en el segundo capítulo, que se llama “Primera comunión”, se dice: “La tía Eugenia apareció al pie de la escalera”. Joyce dice que su personaje apareció en lo alto de la escalera. Y así hay miles de ejemplos. Mi última parodia más bien siniestra, en esa obra, es todo el capítulo del asesinato colectivo de Tlatelolco, en donde resultan muertos Mariana y Anselmo, sin que estas muertes se puedan comprobar, como fue en la realidad con relación a la muerte de muchos.

¿Considera que esta obra ha sido leída, estudiada lo suficiente? ¿La edición del Fondo permitirá nuevas lecturas?
GP: La sed de elogios de todo artista es tan infinita que nunca puede ser saciada. Esto no quiere poner la culpa más que en mi. Si ha sido o no lo suficiente estudiada, no se puede confiar en mi opinión.

Un personaje fundamental en su obra es el tiempo, que es una presencia muy evidente, es una especie de densidad que marca el movimiento. Incluso, generalmente usted hace referencia a éste. ¿Cómo lograr esta presencia?
GP: El tiempo es importante para todo el mundo. Todos vamos que chutamos hacia un final previsible por culpa del maldito tiempo, aunque tal vez, ¿se puede considerar al tiempo una maldición? Esto lo dice Bernard Shaw en una comedia que se llama Regreso a Matusalén. Todo yo soy una cita constante, ni modo. Esa es la ventaja de haber sido un lector desde la más tierna infancia, desde los seis años exactamente. A esa edad leí mi primera novela, Tarzán de los monos.

Sobre su cuento “El gato”, ¿por qué considera que es el más leído o conocido, incluso más que la novela, y no necesariamente usted lo considera el más significativo? ¿Por qué este culto a este cuento?
GP: Le debe haber gustado a muchos. Yo no puedo ser infiel a ninguno de mis cuentos. Después de todo, al principio del Gato, se dice: “el gato apareció un día y desde entonces siempre estuvo ahí”. Ojalá.

En su obra, la mujer es la que permanece en movimiento. Son muchas sus protagonistas. ¿Tendrá que ver con lo que usted dice, que no ha encontrado a su Agathe?
GP: Por qué, por qué, por qué, no lo sé, no lo sé, no lo sé. Isabel Fraire tiene un poema que dice: “¿Qué haré? ¿Me mataré? No sé”. Yo digo lo mismo. Admiro mucho ese poema, la poesía, de Isabel Fraire, pero de ahí en fuera, sólo puedo decir no sé.

De entre todas sus protagonistas, ¿ha encontrado a su Agathe?
GP: Todas son Agathe. Tal vez eso es lo malo. He encontrado demasiadas. Pero Musil también dice, de su mujer, “mi hermana”. ¿Será verdad? El personaje de Agathe tiene como modelo a la mujer de Musil. Después de todo, el primer marido de ella se suicidó igual que el marido de Agathe. El segundo es un tedio. El tercero es Musil. Pero la mujer de Musil murió en Estados Unidos a donde la llevaron los hijos de su segundo matrimonio, después de la muerte de éste. No conoció el éxito que tuvo Musil. Qué injusticia suprema, Agathe no conoció a Agathe. Ella estaría de acuerdo con esto de no conocerse. Ella dice: “Estoy enamorada y no sé de qué”. Eso viene en la segunda parte de la novela. El que quiera verificarlo que se tome el trabajo de leerla. Es mi manera de hacer publicidad a Musil.