trazosPara mí, este nuevo libro de Jaime Sabines es nada más (y nada menos, por supuesto) un largo poema, uno solo, completo e indivisible, y por eso quiero empezar confesando que no entiendo el título,* cuya división en dos partes resulta desconcertante. Pero ésta es sólo una observación marginal que, por lo demás, no le resta ninguna importancia a la obra.

Publicado recientemente en la colección Ficción de la Universidad Veracruzana, el poema, como era de esperarse, ha pasado casi totalmente inadvertido ante los ojos de la atenta crítica literaria de México. Sin embargo, creo que es uno de los pocos libros importantes que se han publicado en los últimos meses y desde luego basta para convertir a Sabines en un valor indiscutible, no sólo por sus cualidades intrínsecas sino porque, además, no deja lugar a dudas sobre un hecho fundamental: su autor es un verdadero poeta. Con esto quiero decir no que sabe hacer poemas, que tiene oficio, sino que ve, sienter la realidad como poeta y puede transformarla en poesía siéndole fiel simplemente.

Se ha dicho muchas veces que la verdadera biografía de todo poeta está en sus poemas, que éstos son los datos esenciales que lo configuran como hombre. Esta afirmación es casi indiscutible y no vale la pena detenerse más sobre ella; pero resulta muy útil para juzgar una obra como el Diario semanario. Si la biografía del poeta son sus poemas, uno titulado “diario semanario” por su misma índole confesional, subjetiva, lo será más que nunca; pero al mismo tiempo, como poema, crea forzosamente un mundo, una realidad propia, que ya no es la del poeta, sino la del poema. Ante la obra, todos los datos suplementarios desaparecen y sólo ella es la que actúa. La importancia del poema, entonces, está siempre en razón directa de la realidad que su autor haya sabido crear en él. Este es el punto en el que me interesa detenerme: la dimensión de la realidad contenida en Diario semanario. Siguiendo efectivamente la forma tradicional de un diario, Sabines ha construido su poema mediante un sistema de anotaciones de distinta dimensión realizadas en un supuesto orden cronológico que van revelando la forma en la que el ambiente en que vive actúa sobre la conciencia, o la sensibilidad, o el alma, del poeta. Así, simultáneamente, se entrega a sí mismo y entrega la visión del mundo que actúa sobre él, que lo forma como persona y lo obliga a definirse, a ser. El poema, entonces, tiene una doble imagen, una realidad con dos caras: la subjetiva, del escritor, del hombre, creada a base de revelar sus emociones y sentimientos, y la objetiva del medio ambiente que actúa constantemente sobre él. Para mí, éste es el tema fundamental del Diario: el choque entre la sensibilidad del poeta y la realidad contemporánea esencialmente antiheroica y antipoética, y este tema es el que lo convierte en un gran poema, en el poema verdaderamente importante del que hablaba al principio. A lo largo de toda la obra, Sabines narra, vive la lucha del poeta que trata de extraer poesía de donde no la hay porque la poesía es toma de conciencia y la realidad cotidiana se opone precisamente a ella:

Sólo por un instante me di cuenta del cielo. ¡Qué naturaleza, qué Dios tan distante y tan ajeno! Uno vive solo con sus deseos y ni siquiera es el espectáculo de sí mismo. Pendiente sólo de la pierna que duele, de la hora de ir al trabajo, de la acidez, del dinero gastado, de la hora de acostarse, –dice en la primera anotación el Diario.

La rutina, la costumbre, matan los grandes sentimientos, hacen imposible al amor.

Te quiero a las diez de la mañana, y a las once, y a las doce del día. Te quiero con toda mi alma y con todo mi cuerpo, a veces, en las tardes de lluvia. Pero a las dos de la tarde, o a las tres, cuando me pongo a pensar en nosotros dos, y tu piensas en la comida o en el trabajo diario, o en las diversiones que no tienes, me pongo a odiarte sordamente, con la mitad del odio que guardo para mi.

Luego, cuando el poeta habla de Cuba, aparece también la nostalgia del heroísmo, que explica tantas posiciones políticas: “Pero esta hermosa Cuba de hoy, atacada de tan divina locura, enferma de su libertad”. Y así día a día, el poeta va narrando su lucha, tratando de aceptar la realidad y cantarla:

(No sé por qué camino, pero hay que llegar a esa ternura de Tagore y de toda la poesía oriental sustituyendo a la muchacha del cántaro al hombro con nuestra mecanógrafa eficiente y empobrecida. Después de todo, tenemos las mismas nubes, y las mismas estrellas, y, si nos fijamos un poco, el mismo mar);

para más adelante rebelarse otra vez contra ella, dejando que la intensidad de su furia o su dolor –y éste es uno de los valores más claros del poema– sean los que determinen su lenguaje, desde los tonos apacibles y tristes del principio hasta las imágenes terribles de las últimas anotaciones, cuando habla de los borrachos:

(En el círculo que recorren los borrachos hay una laguna, un incendio, un prado cubierto de niebla y muchos vidrios de sol en el suelo. El ángel guardián de los borrachos es siempre una mujer desnuda que está delante de ellos. Cuando el borracho abre los ojos deja de ver./ La palabra con que habla el borracho es un alambre violeta. Sólo el calor del trago le llena el pecho de arañas que hablan oscuramente) –o del placer–: (Almas perdidas en los subterráneos terrestres, conjuradas por el agua vegetal, estranguladas por la asfixia de los rincones ciegos, sacan sus brazos al aire de la calle, a flor de asfalto, por entre las ruedas y las gentes./ Y empieza a caer una llovizna de pelos y cenizas sobre la ciudad, y un olor quemado se arrastra por las banquetas, trepa a las paredes igual que una sombra.

Al final, la penúltima anotación es una declaración de impotencia, el poeta tiene que hablar aunque sólo pueda creer en el silencio: “Dices que eres poeta porque no tienes el pudor necesario del silencio./ ¡Bien te vaya ladrón con lo que robas a tu dolor y tus amores! ¡A ver que imagen haces de ti mismo con los pedazos que recoges de tu sombra!” Y el poema se cierra con un intento desesperado de anular estas palabras recogiendo los hechos sencillos con que ha dicho se debe intentar hacer la poesía dentro de la pobre realidad antiheroica.

* Diario semanario y poemas en prosa.