erranciasfSolicitar la presencia de tres nombres, tres obras, tan aparentemente separadas como pueden parecerlo las de Musil, Borges y Klossowski implica el riesgo de permitir suponer que se tiene una visión pervertida de los tres autores y de las tres obras que sus nombres amparan, si no es que, como diría el mismo Borges, nuestra intención es meramente <<terrorista>>. Quizá esta suposición disminuya si adelantamos que nuestro propósito es poner en relación esos nombres y esas obras con respecto al principio de identidad. <<Si hay un hombre de lo posible debe haber también posibilidades sin hombre>>, dice Musil. Y Borges escribe un texto con el título de <<Borges y yo>>. Finalmente, Klossowski afirma: <<Uno no está jamás donde está; sino siempre ahí donde uno no es más que el actor de ese otro que uno es>>. Podemos pensar que las tres declaraciones son por lo menos desconcertantes. De alguna manera, en términos generales, su sentido tiende a proponernos que nadie es o por lo menos que nadie es quien cree ser. Una idea abstracta puede tener más fuerza que el propio sentimiento de nuestra realidad (Musil). Nuestra personalidad nos despoja de ella y nos convierte en otro (Borges). Nadie es lo que cree ser, sino tan sólo aquél en el que se presenta lo que uno cree ser (Klossowski). Y las tres frases podrían someterse a un número mayor de variaciones.


El día 10 de marzo de 1981, un jurado compuesto por Salvador Clotas, Luis Goytisolo, Xavier Rubert de Ventós, Mario Vargas Llosa y el editor Jorge Herralde, sin voto, otorgó, por unanimidad, el IX Premio Anagrama de ensayo a la obraLa errancia sin fin: Musil, Borges, Klossowski de Juan García Ponce, primer latinoamericano que obtiene este galardón.